domingo, 1 de mayo de 2011

Las flores tambien nacen en invierno


Caía la lluvia en un frío día de invierno. Era una suave lluvia sobre Santiago, y yo salía del colegio. Tomaba el bus que me llevaría a mi casa, en la comuna de Maipú y como siempre, me sentaba atrás, para el lado de la ventana. Era costumbre ver las calles y las gotas en las ventanas, mientras mi joven mente iba soñando con cualquier cosa. Eran como las dos de la tarde y el viaje tomaba como cincuenta minutos en recorrer todo el camino. El bus iba casi vacío (como unas cinco personas), cuando subieron otras personas. No me había dado cuenta quien se había sentado a mi lado. Sentí, en cierto momento que se acercaba mucho a mi, pero creí que era porque habían sentadas más personas en aquel largo asiento al final del bus. Pero no era así. Al ver a mi lado, solo había una preciosa niña rubia de celestes ojos y no había nadie más cerca. Como el frío era más o menos fuerte, no puse oposición a que se me acercara...

Al bajar del bus, y encaminarme a mi casa a unas calles de ahí, mientras caí una fina lluvia de invierno, en la ventana de aquel bus del recuerdo, una niña rubia de ojos celestes se despedía de mi. Era 1984, y ese día de invierno, aprendí a enamorarme.