domingo, 30 de agosto de 2009

Desvelando Mentiras ( 1 )

Para una mejor comprensión del texto, se recomienda verlo como documento histórico y no como un "lavado de cerebro para convertir a la gente en 'zombies nazis' que quieren una raza superior". Pues bien. Esto es parte de varios documentos históricos que se prohiben para mantener el Sistema tal como lo conocemos.

Este texto es sacado de un libro de 1937 ("Cuatro Años del Gobierno de Hitler" de de Eckehart) publicado en Chile por Editorial Zig-Zag.

Aquí se puede ver algo por lo que se atacó a Alemania desde 1933 con boicot a sus productos y asesinato seleccionado a autoridades alemanas (lo que llevó a la famosa "Noche de los Cristales Rotos", que después veremos)

El profesor que habla al final, vivió en una época que fue manipulada.


I.—LA LUCHA CONTRA LA DESOCUPACIÓN

La miseria más grande reinaba entre los 6'5 millones de desocupados, que con sus familias sumaban 15 a 18 millones de personas, o sea una cuarta parte de toda la población de Alemania. Su ayuda constituía una carga terrible para el Gobierno y ya podía calcularse el día en que no seria posible seguir pagando la subvención, que en parte era de solamente 23 pfennigs por cabeza y día. Entonces habría sobre venido el caos, cuando estos millones de hambrientos, guiados por el comunismo, se hubieran apoderado de los últimos víveres, sin pensar en guardar algo para las siembras del año siguiente.
En 4 años y 3 meses, Hitler pudo reducir el número de desocupados de 6'5 millones a menos de 1 millón, a 776.000, una obra que no ha sido alcanzada por ningún otro Gobierno del mundo.
Al contrario, vemos que aun en los países que salieron victoriosos de la guerra mundial, existe el problema de los desocupados en la forma más grave; en Estados Unidos hay casi 11 millones de personas sin trabajo. Y se trata de naciones que recibieron innumerables miles de millones de marcos en forma de “reparaciones” y que disponen de inagotables reservas de materias primas.
Por el otro lado tenemos a Alemania, que no solamente había perdido 150.000 millones de marcos de sus empréstitos de guerra, a la cual los aliados habían robado 25.000 millones de marcos por confiscación de las propiedades y fortunas alemanas que había en los países aliados; además Alemania había tenido que pagar otros 40.000 millones de marcos en forma de reparaciones y otras contribuciones. Tomando en cuenta todos estos detalles, se comprende la situación sumamente difícil que se presentó al Führer cuando asumió el gobierno. A esto había que agregar que el comercio exterior de Alemania había disminuido en dos tercios, de modo que era muy difícil obtener las letras necesarias para importar las materias primas que necesitaba la industria resucitada.

En forma muy clara e instructiva, el profesor norteamericano A. C. Mohr trató de explicar a sus compatriotas la enorme diferencia que existía entre la labor de Hitler y la del Presidente Roosevelt:

«Al mismo tiempo, cuando Roosevelt principió su lucha contra la “depresión”, Hitler atacó al mismo enemigo.
Pero, ¡qué diferencia entre las armas de que disponían estos dos estadistas!.
Aquí, Estados Unidos, un país de una riqueza enorme, con inagotables tesoros minerales; allá, Alemania, un país superpoblado, que había sido saqueado por una pandilla formada por las llamadas “naciones vencedoras”.
Aquí, un continente entero, allá se le habían robado las pocas colonias. Aquí, en Estados Unidos, no existe ningún enemigo peligroso dentro de un radio de miles de millas; ningún peligro, ninguna preocupación que pudiera distraer la atención de la lucha contra la crisis. Allá, Alemania, rodeada por enemigos armados hasta los dientes, que sólo esperan el momento para aniquilar enteramente al “Vaterland”. Aquí una nación acreedora, a la cual todo el mundo está endeudado; allá una nación deudora, a la cual es virtualmente imposible cumplir sus obligaciones debido al saqueo que ha sufrido anteriormente. Aquí, en Estados Unidos, enormes territorios vírgenes que esperan al colono para contribuir a la alimentación del pueblo; allá, en Alemania, sólo terrenos nuevos que primero deben ser arrancados al mar.»

Y después pregunta el profesor norteamericano:

«¿Qué resultados obtuvo nuestro Presidente Roosevelt con todos los medios de que disponía? ¿Y qué resultados obtuvo Hitler, no obstante todas las dificultades de la situación desastrosa de Alemania?.
El primer resultado de los plenos poderes, que el pueblo de Estados Unidos dio a su Presidente, era que con una plumada se hizo bajar el valor del dólar casi a la mitad de su valor, haciendo perder al pueblo la mitad de sus ahorros. Y no se diría nada, si por medio de estos sacrificios se hubiera sanado toda la nación. Pero, ni en el comercio interior ni en el exterior se nota el más mínimo adelanto. Solamente una gran carestía es la consecuencia de la baja del dólar.
En el otro lado, Hitler se opuso decididamente a una desvaloración del marco, con el resultado que el pueblo alemán entero tiene plena confianza en su Gobierno y presta ayuda entusiasta a sus medidas.
Otro contraste lo constituye la unidad del pueblo alemán, que olvidó todas sus diferencias antiguas: el bávaro y el prusiano; el dueño de fábrica lo mismo que el trabajador; empleado, campesino o artesano; todos ellos se sienten como alemanes y como colaboradores del Gobierno de su Führer en la reconstrucción de la patria alemana.
¿Y en Estados Unidos? Aquí sigue una huelga a la otra. El empleador explota al trabajador y los sindicatos de trabajadores son aprovechados por sus líderes inescrupulosos para sus fines particulares, en vez de procurar el bienestar del obrero.
No obstante la situación difícil en el sentido económico y en el terreno de la política exterior, no encontré una verdadera miseria bajo el gobierno de Hitler. Aun el habitante más pobre parecía tener suficiente para vivir.
Cuán distintas son las condiciones en Estados Unidos, donde toda la riqueza se ha unido en pocas manos, habiendo al lado de los ricos una miseria como no se conocía antes. En las noches más heladas del invierno vi hombres abandonados por la humanidad que trataron de pasar la noche bajo los arcos del edificio lujoso de la Opera, cubriendo su cuerpo tembloroso con papel de diario».

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